Thursday, May 31, 2007

Gente que compra gente

Por Jorge Lanata
La trama del clientelismo político que hace crecer las villas miseria de Buenos A ires - Gente que compra gente“. Hoy por hoy, de puntero, el Gobierno al que puso es a Villar. Es lo que le conviene… una persona como él puede, ¿viste?... mantener a la villa tranquila y que la gente no se le vaya a la calle. (…) Esa es una cosa que vemos a diario, él saca los materiales, o sea todo lo que tiene que ver con el asistencialismo pasa por él, y entonces él lo designa. A éste sí, a éste no.”
(Testimonio del trabajo académico “Acerca de los planes de vivienda en la Villa 21-24”, de María Zapata).
“Hoy por hoy, de puntero, el Gobierno al que puso es a Villar. Es lo que le conviene… una persona como él puede, ¿viste?... mantener a la villa tranquila y que la gente no se le vaya a la calle. (…) Esa es una cosa que vemos a diario, él saca los materiales, o sea todo lo que tiene que ver con el asistencialismo pasa por él, y entonces él lo designa. A éste sí, a éste no.”
(Testimonio del trabajo académico “Acerca de los planes de vivienda en la Villa 21-24”, de María Zapata.)
El origen del término clientelismo se ubica en la ‘clientela’ romana, así se designaba un conjunto de relaciones de poder y dependencia política y económica que se establecía entre individuos de estatus desiguales, basado en el intercambio de favores.Estas relaciones implicaban la presencia de individuos de rango elevado, patrones, propietarios de la tierra y con influencia sobre las políticas centrales que ofrecían tierra y protección a uno o varios clientes, a cambio de su sumisión y obediencia.”
(Del Diccionario de Política de Norberto Bobbio, Nicola Mateucci y Gianfranco Pasquino).
Cualquiera se golpearía el pecho compungido al enterarse de que se les roba a los pobres. Sin embargo, es lo más habitual: a quienes más se les roba es a los pobres. Se les roban derechos, posibilidades de crecer, futuro y también se viola su mínimo y endeble derecho de propiedad. La pobreza le rinde sus beneficios al sistema: estabiliza el precio relativo de los salarios, garantiza el arreo de manifestantes y promueve el voto cautivo. La libertad es mucho más cara, imprevisible y traidora. La desesperación es obediente y manejable.
Cuando éramos chicos e inmortales, nos pasábamos buscando malas palabras en el diccionario: era gracioso ver a aquellos señores de levita (así me imaginaba yo a los dueños de las definiciones) carraspeando antes de decir el significado de “puta”, o “concha”, o tantas otras. Ahora, amenazados por la cercanía de la madurez, buscamos otras: “Dios”, “sistema”, “justicia”.
Es gracioso y hasta cándido observar el equilibrio que hacen los señores de levita para definir “pobreza”: “La pobreza debe ser vista como el resultado de un modelo económico y social, ejercido y aplicado en un territorio y tiempo determinado, por diversos agentes económicos y políticos, que producen en la sociedad sectores excluidos de los beneficios totales o parciales del modelo en ejecución”, dice la enciclopedia.
“A estos sectores excluidos de tales beneficios los llamamos generalmente pobres.”
La Real Academia, por su lado, se acerca más a la verdad desde los adjetivos: “Pobre, del latín pauper: necesitado (…) escaso (…) humilde (…) infeliz, desdichado y triste”. La inclusión de la tristeza humaniza un poco a los dueños peninsulares de las palabras.
Pobreza: carne electoral, kilos baratos de votos seguros y de amor comprado, poco cambia llamarlas villas, favelas, chabolas, cantegriles, poblaciones callampas, tugurios, pueblos jóvenes o chacaritas. La historia que sigue relata cómo se los compra, se los alquila, se los condiciona.
LOS SONIDOS DEL SILENCIO
En la Ciudad de Buenos Aires existen 21 villas también denominadas por el eufemismo burocrático municipal como “núcleos habitacionales transitorios”. Según el censo de 2001, hay 112.000 personas habitándolas, pero ese número está hoy, claro, desactualizado. Según estima el Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC), luego de la crisis de 2001-2002 la población de las villas de la Ciudad se elevó a 150.000 personas.
La cantidad de casas tomadas, según la Cámara de Propietarios de la Argentina, se duplicó, saltando de seis a doce mil, y sólo en ellas vivirían otras ciento cincuenta mil personas. Artemio López, titular de la Consultora Equis y el bizarro blog Rambletamble, asegura: “La Ciudad de Buenos Aires es el caso más transparente de apropiación desigual del crecimiento económico post devaluación”.
Mientras que, según la Encuesta Permanente de Hogares, la masa de ingresos captada por la Capital aumentó un 75% entre 2003 y 2007, en ese mismo lapso la brecha de ingresos entre el 10% más pobre de la población y el 10% más rico aumentó un 21%. Para decirlo de otro modo: los más ricos ganan 226 veces más en promedio que los más pobres de la Ciudad, una brecha precapitalista: ya llegará la Revolución Industrial a Lugano.
López cita la EPH del segundo semestre de 2006: “La pobreza infantil en menores de 14 años alcanza el 20,1%, esto supone que sobre 900.000 niños residentes en la Capital, 181.000 son pobres, después de cuatro años de crecimiento económico a tasas chinas”. (Recordemos que en estos años de crecimiento chino y fidelidad K, Artemio se comió varios arrolladitos primavera).
La Ciudad es hoy el distrito más in equitativo de la Argentina en términos de ingresos polares, es el sitio donde la grieta se ensancha más. Sin embargo, tanto para las autoridades como para el inexistente debate preelectoral, la pobreza parece formar parte del silencio. Mientras miles de televidentes asistían a la cena de los Martín Fierro, otros bostezaban frente al debate a tres voces (Telerman, Macri, Filmus), y la sección Infografìas de Clarín se dedicó a contar cada una de las palabras que los candidatos pronunciaban. El ejercicio arrojó resultados reveladores: Macri pronunció sólo dos veces la palabra pobre o pobreza, Filmus lo hizo cinco veces y Telerman ninguna.
ENTRE REJAS
En esta ciudad con cien mil viviendas vacías hay más de noventa mil clasificadas como “deficitarias” o viviendas precarias irrecuperables: ranchos, casillas, piezas de hotel o inquilinatos. Eran 86.185 para el censo de 2001.
Fue precisamente a través de las necesidades de vivienda como comenzó a tejerse la tela de araña del clientelismo local: el Instituto de la Vivienda de la Ciudad es el que se encarga de financiar el aparato estructurado de los dirigentes villeros. Una auditoría interna elaborada por la unidad específica del Ministerio de Planeamiento y Obras Públicas a fines de agosto de 2006 relata las diversas modalidades de contratación del IVC, afirmando que sólo una de ellas – la de Planta Permanente – es la que permite los controles adecuados, coexistiendo otras siete que garantizan amplios márgenes de discrecionalidad.
El informe muestra pagos de subsidios por varios meses juntos (llegando a siete en algunos casos, algo curioso partiendo de la base de que quien necesita el subsidio lo necesita mes a mes, para vivir de él) o la existencia de organizaciones que perciben el 40% del total de créditos para viviendas.
En una ampliación de denuncia presentada ante el juez de la causa 10704/06 “Gerardo Romagnoli por cohecho” (Romagnoli es un ex diputado zamorista) por José Iglesias, padre de Pedro, uno de los 194 muertos de Cromañón, el tema del clientelismo manejado a través del IVC se vuelve recurrente. Iglesias cita, entre otras, la causa “Ozuna Miguel contra Gobierno de la Ciudad sobre Amparo”, donde este vecino del barrio Los Piletones pide que, “hasta tanto exista una representación del barrio electa en comicios, el Gobierno se abstenga de entregar viviendas o planes sociales”.
El barrio Los Piletones nació en 1984 cerca del lago aliviador de Soldati, en un sitio donde se emplazan unos enormes piletones de hormigón que alguna vez sirvieron como depósito de aguas en tránsito hacia su purificación y posterior consumo en la zona sur de la Ciudad. Diez años después, la población de Los Piletones creció con los habitantes desplazados de la Villa 3. En abril de 2006 el Gobierno de la Ciudad declaró a este barrio y al resto de los existentes en Soldati y Mataderos como “zona de riesgo sanitario”, advirtiendo sobre un posible colapso de cloacas y desagües.
De hecho, no tienen agua corriente ni red cloacal, y los vecinos denunciaron entonces a “un pequeño grupo encabezado por la Sra. Mónica Ruejas” como único “intermediario” con el Estado. “Ellos suscriben la entrega de subsidios que nunca llegan a la gente, venden mercaderías que se reciben para paliar el hambre o las envían al interior del país y derriban las casillas de los que se oponen a estas prácticas.”
También formularon denuncias judiciales en el mismo sentido Luciano Ramón López (causa Villa 20 contra Instituto de la Vivienda de la CABA sobre Amparo, exp. 12975/0) contra “un grupo de personas que usurpa la representación barrial en beneficio propio, tanto de la Junta Vecinal como de la Mutual Flor de Ceibo y de la Federación de Villas, quienes reciben la mayor parte de los materiales de construcción y los administran caprichosamente en beneficio propio”.
Fuente: Perfil.com
Publicado por la Fundación Atlas 1853. Autorizada su reproducción en TransEnerCliMa. El resaltado en colores es de TransEnerCliMa.

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