10/11/2009
Las personas inteligentes convienen en que, en ausencia de medidas radicales contra el calentamiento global, la raza humana está condenada. Esa es una sentencia tautológica porque aquellos que discrepan son, por definición, idiotas.
Por George Will
Las personas inteligentes convienen en que, en ausencia de medidas radicales contra el calentamiento global, la raza humana está condenada. Esa es una sentencia tautológica porque aquellos que discrepan son, por definición, idiotas. El inteligente Primer Ministro de Gran Bretaña Gordon Brown da una escalofriante precisión a la palabra "inmediato”. Según sus cálculos, la humanidad dispone ya de alrededor de 30 días para salvarse. Él afirma que a menos que se alcance un acuerdo decisivo en la cumbre de 192 naciones sobre cambio climático que se inaugura el 7 de diciembre en Copenhague, todo está perdido.
Así que todo está perdido. Las probabilidades de alcanzar un acuerdo integral y vinculante son más o menos de cero.
La cuarta de las cinco apuestas preparatorias de Copenhague se desarrollaba en Bangkok del 28 de septiembre al 9 de octubre, participando delegados de alrededor de 180 naciones. ¿Se acuerda del axioma del diplomático George Kennan que dice que la improbabilidad de alcanzar un acuerdo es el cuadrado de la cifra de participantes en la negociación? La reunión se aplazó, como es costumbre, sin ningún progreso esencial de cara a un acuerdo de reducción de emisiones por parte de las naciones desarrolladas ni en el dinero que esas naciones deben abonar para financiar los esfuerzos económicos de los países en vías de desarrollo contra el calentamiento global.
El New York Times informa de que "El Fondo de Adaptación de las Naciones Unidas, que oficialmente empezó a funcionar en el año 2008 para ayudar a los países pobres a financiar proyectos encaminados a limitar drásticamente los efectos del calentamiento global, sigue siendo una institución vacía, en gran medida porque los países ricos no han materializado las donaciones prometidas." El fondo dispone de la ridícula cantidad de 18 millones de dólares, que ni siquiera podrían sufragar el gasto de la conferencia de Copenhague.
Allí participarán en más frivolidades a causa de, entre otras cosas, dos tercas realidades -- las dos naciones más pobladas. El día 21 de octubre, China, principal emisor de gases contaminantes del mundo, y La India, que ocupa el cuarto puesto -- juntas suponen el 26% de las emisiones -- anunciaron conjuntamente: Ellas, con la sexta parte de la población mundial que representan juntas, no van a tomar parte en lo que parece cada vez más una partida global de aberraciones de cambios de clima. Ninguno de los dos países está interesado en poner en peligro su crecimiento económico con límites a las emisiones de un tipo que nunca obstaculizó el crecimiento de las naciones desarrolladas que ahora las agasajan.
Pero en la práctica no las apoyan. Hace poco, la Cámara de Representantes de los Estados Unidos sacaba tiempo de la tarea de marcar distancias con el mundo y declaraba las actividades de los sectores ganadero, lácteo y porcino exentas de la obligación impuesta por la Agencia de Protección Medioambiental de dar parte de las emisiones de gases de efecto invernadero. Y 13 cargueros Great Lake quedaban exentos de una orden propuesta que obliga al uso de combustibles sin sulfuros. Siempre que los intereses de los integrantes de la administración entran en conflicto con los discursos globales grandilocuentes, la norma del Congreso es "actuar localmente, pensar globalmente, va a ser que no."
En su nuevo libro, "SuperFreakonomics", Steven D. Levitt, economista de la Universidad de Chicago, y Stephen J. Dubner, periodista, expresan su preocupación por el calentamiento global pero reviven algunos recuerdos incómodos de hace 30 años. Por entonces, las personas inteligentes convenían (véase arriba) en que el enfriamiento global amenazaba la supervivencia de la humanidad. Ya había, informaba Newsweek, "llevado el planeta un sexto del camino hacia la media de la Edad de Hielo”. Algunos científicos proponían medidas radicales para provocar el calentamiento global -- por ejemplo, cubrir el hielo ártico de carbón resinoso que absorbería el calor y provocaría la fusión.
Levitt y Dubner también se cargan parte de la diversión tipo "pensar globalmente y actuar localmente" que resulta litúrgicamente importante en la secta del cambio climático. Por ejemplo, dicen que el movimiento "localívoro” -- gente que consume los productos cultivados en pequeñas explotaciones -- en realidad eleva las emisiones de gases de efecto invernadero. Citan investigaciones que demuestran que sólo el 11% de tales emisiones asociadas a los alimentos se emiten en el transporte de los mismos; el 80% surge de la fase de producción y, con respecto a las emisiones, las explotaciones grandes son mucho más respetuosas con el medio ambiente.
Aunque el murmullo político y mediático de alarma es incesante, un estudio Pew demuestra que apenas el 57% de los estadounidenses piensa que hay pruebas sólidas de calentamiento global, 20 puntos menos en tres años. Gallup concluye que apenas el 1% de los estadounidenses sitúa el medio ambiente como su principal motivo de preocupación. Dos razones son:
Están preocupados por sus salarios, que no van a prosperar a base de vapulear una economía débil con los costes del régimen de intercambio de emisiones. Y que las Cassandras del clima están cosechando los frutos de avisar de que viene el lobo.
En el año 2005, advertían los fatalistas del calentamiento global como tienden a hacer después de todos los fenómenos medioambientales adversos o anómalos, el Huracán Katrina estuvo provocado por el calentamiento global y anunciaba un incremento en la cantidad y la intensidad de los huracanes. Al término de la temporada de huracanes en la costa del Atlántico este año, sólo se han formado 3 -- la mitad de la media de los 50 últimos años -- y ninguno ha llegado a Estados Unidos.
Publicado originariamente por Diario de América. © 2009, Washington Post Writers Group.
Reproducido por Transenerclima. Cortesía de Diario de América.
Gracias por la visita. Hasta otro “Momento Transenerclima”.
Las personas inteligentes convienen en que, en ausencia de medidas radicales contra el calentamiento global, la raza humana está condenada. Esa es una sentencia tautológica porque aquellos que discrepan son, por definición, idiotas.
Por George Will
Las personas inteligentes convienen en que, en ausencia de medidas radicales contra el calentamiento global, la raza humana está condenada. Esa es una sentencia tautológica porque aquellos que discrepan son, por definición, idiotas. El inteligente Primer Ministro de Gran Bretaña Gordon Brown da una escalofriante precisión a la palabra "inmediato”. Según sus cálculos, la humanidad dispone ya de alrededor de 30 días para salvarse. Él afirma que a menos que se alcance un acuerdo decisivo en la cumbre de 192 naciones sobre cambio climático que se inaugura el 7 de diciembre en Copenhague, todo está perdido.
Así que todo está perdido. Las probabilidades de alcanzar un acuerdo integral y vinculante son más o menos de cero.
La cuarta de las cinco apuestas preparatorias de Copenhague se desarrollaba en Bangkok del 28 de septiembre al 9 de octubre, participando delegados de alrededor de 180 naciones. ¿Se acuerda del axioma del diplomático George Kennan que dice que la improbabilidad de alcanzar un acuerdo es el cuadrado de la cifra de participantes en la negociación? La reunión se aplazó, como es costumbre, sin ningún progreso esencial de cara a un acuerdo de reducción de emisiones por parte de las naciones desarrolladas ni en el dinero que esas naciones deben abonar para financiar los esfuerzos económicos de los países en vías de desarrollo contra el calentamiento global.
El New York Times informa de que "El Fondo de Adaptación de las Naciones Unidas, que oficialmente empezó a funcionar en el año 2008 para ayudar a los países pobres a financiar proyectos encaminados a limitar drásticamente los efectos del calentamiento global, sigue siendo una institución vacía, en gran medida porque los países ricos no han materializado las donaciones prometidas." El fondo dispone de la ridícula cantidad de 18 millones de dólares, que ni siquiera podrían sufragar el gasto de la conferencia de Copenhague.
Allí participarán en más frivolidades a causa de, entre otras cosas, dos tercas realidades -- las dos naciones más pobladas. El día 21 de octubre, China, principal emisor de gases contaminantes del mundo, y La India, que ocupa el cuarto puesto -- juntas suponen el 26% de las emisiones -- anunciaron conjuntamente: Ellas, con la sexta parte de la población mundial que representan juntas, no van a tomar parte en lo que parece cada vez más una partida global de aberraciones de cambios de clima. Ninguno de los dos países está interesado en poner en peligro su crecimiento económico con límites a las emisiones de un tipo que nunca obstaculizó el crecimiento de las naciones desarrolladas que ahora las agasajan.
Pero en la práctica no las apoyan. Hace poco, la Cámara de Representantes de los Estados Unidos sacaba tiempo de la tarea de marcar distancias con el mundo y declaraba las actividades de los sectores ganadero, lácteo y porcino exentas de la obligación impuesta por la Agencia de Protección Medioambiental de dar parte de las emisiones de gases de efecto invernadero. Y 13 cargueros Great Lake quedaban exentos de una orden propuesta que obliga al uso de combustibles sin sulfuros. Siempre que los intereses de los integrantes de la administración entran en conflicto con los discursos globales grandilocuentes, la norma del Congreso es "actuar localmente, pensar globalmente, va a ser que no."
En su nuevo libro, "SuperFreakonomics", Steven D. Levitt, economista de la Universidad de Chicago, y Stephen J. Dubner, periodista, expresan su preocupación por el calentamiento global pero reviven algunos recuerdos incómodos de hace 30 años. Por entonces, las personas inteligentes convenían (véase arriba) en que el enfriamiento global amenazaba la supervivencia de la humanidad. Ya había, informaba Newsweek, "llevado el planeta un sexto del camino hacia la media de la Edad de Hielo”. Algunos científicos proponían medidas radicales para provocar el calentamiento global -- por ejemplo, cubrir el hielo ártico de carbón resinoso que absorbería el calor y provocaría la fusión.
Levitt y Dubner también se cargan parte de la diversión tipo "pensar globalmente y actuar localmente" que resulta litúrgicamente importante en la secta del cambio climático. Por ejemplo, dicen que el movimiento "localívoro” -- gente que consume los productos cultivados en pequeñas explotaciones -- en realidad eleva las emisiones de gases de efecto invernadero. Citan investigaciones que demuestran que sólo el 11% de tales emisiones asociadas a los alimentos se emiten en el transporte de los mismos; el 80% surge de la fase de producción y, con respecto a las emisiones, las explotaciones grandes son mucho más respetuosas con el medio ambiente.
Aunque el murmullo político y mediático de alarma es incesante, un estudio Pew demuestra que apenas el 57% de los estadounidenses piensa que hay pruebas sólidas de calentamiento global, 20 puntos menos en tres años. Gallup concluye que apenas el 1% de los estadounidenses sitúa el medio ambiente como su principal motivo de preocupación. Dos razones son:
Están preocupados por sus salarios, que no van a prosperar a base de vapulear una economía débil con los costes del régimen de intercambio de emisiones. Y que las Cassandras del clima están cosechando los frutos de avisar de que viene el lobo.
En el año 2005, advertían los fatalistas del calentamiento global como tienden a hacer después de todos los fenómenos medioambientales adversos o anómalos, el Huracán Katrina estuvo provocado por el calentamiento global y anunciaba un incremento en la cantidad y la intensidad de los huracanes. Al término de la temporada de huracanes en la costa del Atlántico este año, sólo se han formado 3 -- la mitad de la media de los 50 últimos años -- y ninguno ha llegado a Estados Unidos.
Publicado originariamente por Diario de América. © 2009, Washington Post Writers Group.
Reproducido por Transenerclima. Cortesía de Diario de América.
Gracias por la visita. Hasta otro “Momento Transenerclima”.
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