La actual ola de frío –típica del invierno- pareció una vez más desnudar los problemas de abastecimiento energético a través de los cortes de luz y de gas que sufre la Argentina. Esto, sumado a las interrupciones permanentes de otros “servicios públicos”, entre los que se destacan tanto el caso del subte de la ciudad de Buenos Aires como la ausencia de suministro de otros productos como el gas-oil, nos trae cada vez más cerca el recuerdo de una Argentina que parecía ser ya un pasado muerto, pero que está cada vez más agresivamente presente entre nosotros.
Pensábamos que estas situaciones eran viejos recuerdos de nuestra infancia y juventud donde los apagones, las velas, los teléfonos públicos con extensas colas, las empresas estatales monopólicos e hipertróficas eran la constante. Catorce años de pasiva espera o una interesante oferta de “comisión” eran necesarios para obtener una nueva línea telefónica, pero más difícil resultaba aún escapar a los masivos cortes de luz o gas. Argentina era una gran tierra de nadie tomada en beneficio de unos pocos ganadores. Mientras tanto los ciudadanos, en silencio, trabajaban para pagar esa amarga y cara fiesta.
Matar al mensajero (una vez más)
La pregunta que emerge, especialmente a quienes todavía tenemos a aquella Argentina en la memoria, es si estamos retornando de forma ya no tan lenta a aquella triste situación.
Los últimos días, con temperaturas que estuvieron por debajo de cero grados, pusieron a prueba el estado del sistema y los resultados fueron cortes de luz, desabastecimiento de gas y otros combustibles.
En este contexto, el país continúa semi paralizado a partir de esta -10 años atrás inesperable- crisis energética. Sólo para mencionar algunos casos que tomaron notoriedad pública, podemos mencionar que este estado de cosas alteró el funcionamiento de empresas tales como Acindar, los frigoríficos Coto, General Motors, Arcor, Fiat y Terrabusi. Esto afectó también a todo el país, señalándose como ejemplo los casos de fábricas de plástico en San Luis, papeleras en el conurbano, siderúrgicas en Campana, automotrices en Córdoba, azucareras en Tucumán.
El corazón de la falta de abastecimiento se encuentra claramente en aquellos precios que han quedado congelados en pesos con tarifas pre-devaluación, que no hacen rentable la inversión productiva. La espada es el desabastecimiento y la pared una economía empobrecida y pesificada que sería fuertemente sacudida por un sinceramiento de los precios energéticos.
En el caso de la energía eléctrica y la provisión de gas, la pregunta del millón es si este proceso tiene que ver con un mal manejo de la perversa relación post devaluación entre empresas y gobierno (sostenidas en base a tarifas pesificadas y subsidios “compensatorios), o es una antesala deliberadamente armada del clima para la re-estatización completa.
En síntesis, la esperable baja de temperatura que suele producirse en los períodos otoño-invierno puso al sistema productivo argentino al borde del colapso por un serio déficit del abastecimiento energético, tal como sucedió en el verano por opuestas circunstancias. Lamentablemente, esta situación era esperable y el costo político que ha generado sobre el gobierno, también lo era. Dicha situación demanda una solución urgente, y la actual administración lo sabe.
La pregunta es si la búsqueda de la respuesta tendrá que ver con una orientación hacia el mercado o con una mayor presencia del gobierno en los servicios públicos. Si analizamos la tendencia desde diciembre 2001, en términos de políticas aplicadas y calidad de los servicios, se puede observar una inclinación crecientemente predominante hacia una mayor intervención del estado.
Pensábamos que estas situaciones eran viejos recuerdos de nuestra infancia y juventud donde los apagones, las velas, los teléfonos públicos con extensas colas, las empresas estatales monopólicos e hipertróficas eran la constante. Catorce años de pasiva espera o una interesante oferta de “comisión” eran necesarios para obtener una nueva línea telefónica, pero más difícil resultaba aún escapar a los masivos cortes de luz o gas. Argentina era una gran tierra de nadie tomada en beneficio de unos pocos ganadores. Mientras tanto los ciudadanos, en silencio, trabajaban para pagar esa amarga y cara fiesta.
Matar al mensajero (una vez más)
La pregunta que emerge, especialmente a quienes todavía tenemos a aquella Argentina en la memoria, es si estamos retornando de forma ya no tan lenta a aquella triste situación.
Los últimos días, con temperaturas que estuvieron por debajo de cero grados, pusieron a prueba el estado del sistema y los resultados fueron cortes de luz, desabastecimiento de gas y otros combustibles.
En este contexto, el país continúa semi paralizado a partir de esta -10 años atrás inesperable- crisis energética. Sólo para mencionar algunos casos que tomaron notoriedad pública, podemos mencionar que este estado de cosas alteró el funcionamiento de empresas tales como Acindar, los frigoríficos Coto, General Motors, Arcor, Fiat y Terrabusi. Esto afectó también a todo el país, señalándose como ejemplo los casos de fábricas de plástico en San Luis, papeleras en el conurbano, siderúrgicas en Campana, automotrices en Córdoba, azucareras en Tucumán.
El corazón de la falta de abastecimiento se encuentra claramente en aquellos precios que han quedado congelados en pesos con tarifas pre-devaluación, que no hacen rentable la inversión productiva. La espada es el desabastecimiento y la pared una economía empobrecida y pesificada que sería fuertemente sacudida por un sinceramiento de los precios energéticos.
En el caso de la energía eléctrica y la provisión de gas, la pregunta del millón es si este proceso tiene que ver con un mal manejo de la perversa relación post devaluación entre empresas y gobierno (sostenidas en base a tarifas pesificadas y subsidios “compensatorios), o es una antesala deliberadamente armada del clima para la re-estatización completa.
En síntesis, la esperable baja de temperatura que suele producirse en los períodos otoño-invierno puso al sistema productivo argentino al borde del colapso por un serio déficit del abastecimiento energético, tal como sucedió en el verano por opuestas circunstancias. Lamentablemente, esta situación era esperable y el costo político que ha generado sobre el gobierno, también lo era. Dicha situación demanda una solución urgente, y la actual administración lo sabe.
La pregunta es si la búsqueda de la respuesta tendrá que ver con una orientación hacia el mercado o con una mayor presencia del gobierno en los servicios públicos. Si analizamos la tendencia desde diciembre 2001, en términos de políticas aplicadas y calidad de los servicios, se puede observar una inclinación crecientemente predominante hacia una mayor intervención del estado.
Publicado por Fundación Atlas 1853. Autorizada su reproducción en TransEnerCliMa.
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